domingo, 11 de septiembre de 2016

Azeries protestan en contra de la reelección presidencial indefinida !



Miles de azerbaiyanos se manifestaron hoy en Bakú en contra de un referéndum constitucional que podría aumentar el mandato presidencial de cinco a siete años.

El presidente azerbaiyano, Ilham Alíev, en el poder desde 2003, remitió hace dos meses la propuesta de plebiscito al Tribunal Constitucional, que convocó la consulta para el 26 de septiembre.

Alíev también propuso crear la figura del vicepresidente, introducir la opción de disolver el Parlamento y rebajar de 25 a 18 años la edad mínima para convertirse en diputado.

Al término del mitin de protesta, que contaba con autorización oficial, los organizadores aprobaron un llamamiento para suspender el referéndum y abrir un proceso de reformas democráticas en el país.

Azerbaiyán, un país bañado por el mar Caspio que acoge ingentes recursos energéticos, es criticado por su persecución de la oposición, la prensa independiente y de los activistas de derechos humanos, algunos de cuyos miembros están en la cárcel.

Alíev ya indignó a la oposición y a la comunidad internacional al convocar en 2009 un referéndum que le permite presentarse indefinidamente a la reelección.

Los países occidentales se abstienen de criticar duramente a Azerbaiyán, ya que se trata de un país crucial en sus planes de diversificar sus fuentes de energía a la hora de tender gasoductos desde Asia Central eludiendo territorio ruso.


Los armenios sirios retornan a la Madre Patria


Para Hovig Ashjian y su familia, la vida en Alepo, Siria, era feliz antes de la guerra. Él trabajaba como joyero en un taller de su propiedad, mientras que su mujer, Tamara, era chef. Su hija Rita, de 16 años, iba al colegio. Pero cuando el conflicto comenzó y destrozó su país, su familia (que era parte de una comunidad formada por 80.000 sirios armenios) se vio obligada a huir.

“Perdí todo lo que tenía, mi casa, mi trabajo, mi coche” recuerda Hovig. “Todo lo que me importaba desapareció en un instante. Estábamos asustados. Pensamos que el único sitio al que podíamos ir era Armenia, la tierra de nuestros ancestros”.

En otoño de 2012, Hovig y su familia se marcharon a Armenia. Necesitaron tres horas para poder hacer el trayecto de 20 minutos de su casa al aeropuerto. “Teníamos miedo de mirar atrás”, dice Hovig. “Escapamos por poco de un bombardeo”.

Encontraron seguridad y una nueva vida en Armenia, pero tuvieron que abandonar todas sus pertenencias.

“Mi hija tiene la esperanza de que su biblia y sus DVD estén bien guardados en algún rincón seguro de su habitación” comenta Hovig, triste. “No puede aceptar el hecho de que nuestra casa esté completamente destruida y de que no quede nada”.

ACNUR ha ayudado a Hovig y a su familia a comenzar una nueva vida con la ayuda de otras ONG socias, como Misión Armenia, la Cruz Roja Armenia y la fundación humanitaria suiza KASA. Gracias a un plan de subsidios de alquiler, han podido permitirse un pequeño apartamento en Ereván, la capital de Armenia.

Hovig ha recibido formación profesional y se ha beneficiado de los proyectos para la generación de ingresos. También ha usado sus conocimientos para crear un nuevo negocio de joyas en Armenia.

“Recuerdo que podía emplear todo el día y la noche para crear una joya. Estaba nervioso, pensando si llegaría a vender alguna. Pero, poco a poco, al conocer a la gente, escucharlos, conocer sus preferencias, al abaratar los precios y haciendo pedidos especiales, conseguí que se interesaran por mi trabajo. Muchos de ellos son ahora clientes permanentes”.

La esposa de Hovig también ha encontrado un nuevo trabajo y su hija acaba de ser aceptada en la universidad. Una de sus joyas tradicionales llegó incluso a ganar un premio en una exhibición.

Después de escapar de la guerra, parece que por fin la vida se ha reencauzado. “Hoy puedo decir con orgullo que, aunque pequeños, tengo unos ingresos estables” afirma Hovig con una sonrisa. “Doy gracias a Dios por concederme el talento para ser joyero. Me da unos ingresos dignos y me permite criar a mi hija en Armenia”.

Como sirio armenio, Hovig sabe lo importante que es el trabajo de ACNUR. Es descendiente de la comunidad de armenios exiliados en Alepo que se beneficiaron del trabajo de Fridjof Nansen, que ayudó a repatriar a miles de refugiados en Armenia, el Líbano y Siria después de 1915. La comunidad armenia es conocida por sus artesanos, joyeros y empresarios que contribuyeron ampliamente al desarrollo y al enriquecimiento de Siria.

A pesar de que Hovig y otras personas han tenido cierto éxito, no es fácil para los desplazados sirios superar las dificultades a la hora de integrarse. Necesidad de asistencia médica, problemas de alojamiento, falta de trabajos bien pagados, un duro ambiente de negocios, barreras lingüísticas y culturales son grandes impedimentos a los que la mayoría de familias sirias deben enfrentarse.

“Los sirios armenios le deben mucho al gran amigo de todos los armenios, Fridjof Nansen” explica Hovig. “Nuestros abuelos sobrevivieron gracias al pasaporte Nansen que abrió las puertas a una nueva vida en un nuevo país, Siria. Por eso, debemos recordar su nombre y comenzar dignamente una nueva vida, esta vez en el país de nuestros ancestros, Armenia”.

“Los sirios armenios le deben mucho al gran amigo de todos los armenios, Fridjof Nansen” explica Hovig. “Nuestros abuelos sobrevivieron gracias al pasaporte Nansen que abrió las puertas a una nueva vida en un nuevo país, Siria. Por eso, debemos recordar su nombre y comenzar dignamente una nueva vida, esta vez en el país de nuestros ancestros, Armenia”.

“Los sirios armenios, que se sentían totalmente integrados en Siria, tuvieron que huir otra vez, esta vez a Armenia, el país de nuestros ancestros. Pero también contribuimos al desarrollo de la sociedad y de la economía en Armenia, ya que nosotros, los sirios armenios, hemos traído con nosotros una gran cantidad de valores y habilidades” añade.

Desde el comienzo del conflicto en siria, 17.000 ciudadanos sirios, principalmente con orígenes armenios, han llegado a Armenia. De estos, aproximadamente 13.000 mantienen el estatus de refugiados a fecha de julio de 2015.

Para asistirlos, el gobierno ofrece la nacionalización simplificada, acelera los procedimientos de asilo y ofrece permisos de residencia a corto, medio y largo plazo.

Además, ACNUR, junto a ONG compañeras, está trabajando para ajustar las urgentes necesidades humanitarias de las familias sirias desplazadas, ofreciendo un amplio servicio de asistencia médica y proyectos de integración.

Por Anahit Hayrapetyan

http://www.acnur.org/noticias/noticia/el-legado-de-nansen-pervive-para-los-refugiados-sirios-en-armenia/

ARMENIOS SIRIOS: HÉROES ANÓNIMOS QUE SALVARON VIDAS


Durante el Genocidio Armenio, la ciudad de Alepo se convirtió en el principal centro de convergencia de las rutas de deportación. Las caravanas que sobrevivieron la intrincada travesía, comenzaron a llegar a esta zona en mayo de 1915. En un informe del 5 de junio, el cónsul norteamericano en Alepo, Jesse Jackson, expresó: “Hay oleadas continuas de armenios que desembocan en Alepo, procedentes de los pueblos y las aldeas aledañas…El gobierno no les facilita animales, por lo tanto aquellos que no tienen la suerte de disponer de un medio de transporte, se ven obligados a hacer el trayecto a pie”.



Muchos no tenían lugar donde refugiarse. Un deportado de Sivas, llamado John Minassian reveló en las memorias escribiera décadas más tarde, que encontró refugio, por un corto tiempo, en el patio de la casa del Reverendo Hovhannes Eskijian en Alepo, donde “había unas 20 familias hacinadas… estaban todos en ruinas y de a poco se iban muriendo de hambre o por falta de atención. Casi sin vida, tenían poca protección en este lugar, pero encontraron en el Reverendo a un amigo”. Según un testigo, Hayg Toroyan, “Los armenios de Alepo aceptaban a los deportados con los brazos abiertos. Les abrían las puertas de sus casas… Sin embrago, las calles, los campos y las esquinas olvidadas de la ciudad estaban repletas de miles de personas desahuciadas cuyos hogares habían sido destruidos”.



En la ciudad de Alepo, la comunidad armenia de 10.000 personas se movilizó para brindarles asistencia a los deportados. Al principio, la Iglesia Apostólica Armenia de la ciudad improvisó medidas para ayudar a los refugiados a medida que arribaban. El 24 de mayo, la iglesia comenzó una labor mucho más coordinada. Invitó a un grupo de líderes de la comunidad a que formaran un Consejo para los Deportados (en lo sucesivo, el Consejo) encargado de “ocuparse de las necesidades económicas, morales y médicas inmediatas” de los armenios recién llegados.



Las iglesias católica y evangélica armenias de la ciudad lanzaron sus propias iniciativas de ayuda y esfuerzos coordinados atendiendo las necesidades que surgían. El cónsul norteamericano, Jesse Jackson, fue testigo de esta corriente de apoyo por parte de la comunidad desde el principio y les informó a sus superiores que el 5 de junio los deportados “están recibiendo atención dentro de la ciudad por la población armenia que empatiza con ellos”. En otro informe, detalló que: “Cada comunidad religiosa cuenta con una comisión de ayuda para cuidar a los suyos”.



El Consejo, inmediatamente confeccionó listas de los deportados en Alepo y en los pueblos y aldeas vecinas para determinar las necesidades inherentes a la vivienda, el alimento y la salud. Desde el comienzo, el Consejo se ocupó de que los esfuerzos no se limitaran ni a la ciudad, ni a la provincia de Alepo, por el contrario, se enviaban ayuda y misiones incluso hasta Deir Zor. Como la Iglesia Apostólica Armenia no tenía presencia allí, la Prelatura Católica Armenia de Deir Zor actuó como socio local y la comunicación entre las dos partes se llevó a cabo por medio de telegramas que la Prelatura Católica Armenia en Alepo le enviaba a su par en Deir Zor. El Catolicós de Cilicia, Sahag II Khabayan, que el 28 de mayo había llegado a Alepo, proveniente de Adana, tuvo un papel fundamental en los esfuerzos de ayuda.



La comunidad Armenia de Alepo intentó, incluso, cambiar la política de deportación del gobierno en mayo y junio de 1915. En primer lugar, presentó una apelación ante el Ministro Otomano de la Armada y Comandante del Cuarto Ejército, Kemal Pashá, a fin de evitar que los deportados armenios que encontraron refugio en la ciudad sean deportados nuevamente al desierto. Al no recibir respuesta alguna, las autoridades de la comunidad apelaron esta vez ante el Primer Ministro, el Ministerio de Guerra y el Ministerio del Interior, suplicándoles que les pusieran fin a tales órdenes. Tras no recibir respuestas tampoco de la capital, el Consejo envió una apelación más, dirigida al propio Sultán y firmada por las mujeres deportadas. Sin embargo, las deportaciones continuaron.



El Catolicós enseguida se dio cuenta de que poco se conseguiría con las apelaciones ante las autoridades turcas otomanas. En una carta del 19 de julio dirigida al Patriarca Armenio de Estambul, Zaven Der Yeghiayan, el Catolicós escribió: “El pueblo [armenio] ha enloquecido; no logra comprender la dimensión y la naturaleza del dolor… Me presionan para que apele ante el Sultán y la elite. Me presionan para que envíe telegramas pidiendo pan para los hambrientos, pero se que cada apelación, cada acto de súplica es inútil y lo único que hace es abrir la puerta a medidas más estrictas y a más maldad”.



El gobierno de inmediato tomó medidas contra los esfuerzos de ayuda de la comunidad armenia en Alepo, encarcelando a varios líderes, enviando a otros al exilio, incluso a miembros del clero y hasta al Catolicós, quien fue enviado a Jerusalén. Durante los meses que siguieron, decenas de miles de deportados morirían en campos de concentración de la Siria Otomana, principalmente a lo largo del río Éufrates y en Ras al-Ain. En el verano de 1916, alrededor de 200.000 sobrevivientes serían masacrados en Deir Zor.



Aún así, las redes humanitarias desplegadas en Alepo lograron anclar a miles de deportados armenios a la ciudad. Se utilizaron diversas estrategias, en especial, emplear a deportados sin goce de sueldo en fábricas y hospitales que servían a las fuerzas armadas y obtener permisos de autoridades locales para abrir y ampliar orfanatos que albergaban a miles de niños armenios. Esta red, cuyo núcleo estaba formado por líderes cívicos y religiosos de la comunidad armenia, fue reforzada por misioneros y otros ciudadanos extranjeros que vivían en la región y, en ocasiones, fue respaldada por diplomáticos occidentales.



Hasta el fin de la Primera Guerra Mundial y aún en los años posteriores, la red de ayuda continuó apoyando a los miles de deportados que lograron de una forma u otra, desaparecer en el tejido de la metrópolis o buscar refugio en orfanatos y centros comunitarios, escapando así el trágico destino de volver a ser deportados al desierto. Gracias, en gran parte, a los esfuerzos de la comunidad armenia de Alepo, miles de armenios lograron sobrevivir al genocidio y reconstruir sus vidas en la diáspora.


Khatchig Mouradian es el Coordinador del Programa de Genocidio Armenio en el Centro de Estudios de Genocidios y Derechos Humanos en la Universidad de Rutgers, donde también es profesor en historia y sociología.


https://auroraprize.com/es/armenia/detail/7693/armenios-sirios%253A-h%25C3%2589roes-an%25C3%2593nimos-que-salvaron-vidas