domingo, 11 de diciembre de 2016

Poesía Armenia de todos los tiempos...



Hovhannes Grigoryan
(Gyumri, 1945 – 2013)

Pequeño ensayo de forma libre

En un pequeño ensayo de la primaria
con el asunto Quién quiero ser,
el hijo del rey
escribió
solo
una línea:
"No importa si yo quiero o no quiero ser el rey."



Armenia

Esta es mi tierra
y tiene un tamaño
que si me voy a un lugar lejano
puedo llevarla conmigo.
Es tan chiquita como una madre vieja
y tan chiquito como un niño recién nacido,
y es una lagrima sobre este mapa.
Esta es mi tierra
con un tamaño
que fácilmente
he colocado en mi corazón
para no perderla de inmediato.



El único sueño que ha quedado

Solo
queda una isla
donde gentes tiernas
viven.
Solo un sol radiante
que nunca anochece.
Solo unos árboles
con dulces frutos
y tan sólo este sueño
que en esa isla,
bajo un sol radiante
que nunca anochece,
con gente llena de ternura,
entre árboles que de sus ramas
cuelgan frutos dulces,
tú estás viviendo.
En este océano de odio y enojo
ha quedado tan sólo un sueño,
un sueño que merece dormir
y nunca despertar.



Desierto personal

Si tuviera un desierto personal
llamaría a todos los leones del mundo
y les diría:
miren cuánta arena hay a mi lado
y cuánta libertad.
La mostraba al sol
y decía:
En este lugar nadie les dice a ustedes
que son salvajes
ni cortan nuestra melena.
Decía:
Pueden ver
cuánto silencio hay aquí
y es para ustedes;
rómpanlo con su grito de plata
y después por la noche, escondidos,
cada uno de nosotros escribiría
un poema sobre la jaula.



Antes de Adán

Un millón de años antes de Adán,
un escarabajo ha inventado la rueda
haciendo un globo chiquito de mierda,
rodándolo como la rueda,
y ha llevado a su agujero
este equipaje de invierno
sin registrar su invención
para recibir el premio Nobel
y otros premios.
Sin pensar en ello,
sin pensar sobre su fama y su dignidad
y, en general, sin pensar totalmente.



Dentro de los arbustos

Se escucha un murmullo,
que proviene de los arbustos,
la voz de una risa escondida.
Mueve con calma los arbustos y la hierba,
muévelos con calma;
una corriente pequeña de lava,
como un niño pequeño
que mientras jugaba ha caído en una trampa,
con los ojos asustados,
te mirará.



Entre los árboles florecidos

Entre los árboles florecidos
una niña corre con su vestido de algodón colorido,
una niña pequeña y descalza.
Si la miras con atención
un poco más tarde
ocurrirá un milagro.
Vas a ver que la niña está de pie
y los árboles,
con vestidos de algodones coloridos,
están corriendo.



La última palabra

¿Piensas que es fácil vivir
cuando la ciudad donde has nacido
no existe más
pero tú sigues viviendo?
¿Piensas que es fácil recordar
cuando el único remedio
es el olvido
pero tú sigues recordando lo que ya no existe?
¿Piensas que es fácil dormir
cuando tus orejas llenas de gritos,
tus ojos llenos de lágrimas?
Cuando las imágenes alegres
sólo pueden verse en los sueños
¿piensas que es fácil despertar?




Edward Haghverdian

El prisionero

Necesito la extensión y longitud de una voz,
un saludo.
Los peces no sólo nadan en el agua
y la extensión de los océanos no es suficiente.
Ellos también nadan en el brillo del cielo,
en el brillo de las estrellas, la luna y el sol.
Yo llamé al sol
y sobre los muros que me encerraban
pinté el cielo,
pero los barrotes rompen mi extensión
y mi voz se apaga
en el ruidoso silencio de los muros prohibidos.
Entre nosotros hay muros prohibidos,
muros cautivos de silencio,
y los barrotes sin razón rompen mi campo abierto.
Si un día llegas y yo no estoy,
arranca los barrotes de mi tumba
y tráeme un campo abierto
en el tamaño de un saludo.



Sicótico

Cuando el sol se apagó,
él llenó su vaso y brindó
a la salud del sol
y lloró en soledad.
Cuando el invierno
colocó su garra blanca
en el cuello de la ciudad,
él llenó su vaso y brindó
a la salud del sol
y lloró en soledad.
Y cuando el reino de la oscuridad del infierno
vino a gobernar,
y cuando el eterno fantasma del pan
desgarraba el rostro del humano,
y cuando los rayos callaban,
cuando los televisores callaban
y cuando los periódicos callaban,
él llenó su vaso y brindó
a la salud del sol
y lloró en soledad.
Y en fin,
cuando el calendario con un grito anunció el amanecer,
él llamó al pueblo
casa por casa,
calle por calle,
colonia por colonia,
pero no había nadie en la ciudad,
nadie andaba en las calles
y las casas, cruelmente, estaban desiertas.
En el amanecer
él, avergonzado, se puso de pie,
entre milagro y felicidad,
rompió el vaso y lloró en soledad.



Después del silencio

Después del silencio
unas manos rebeldes,
unos pasos firmes
y una voz humana.
Después del silencio
sangre
fuego,
y llanto.
Después del silencio
un cuerpo torturado,
una celda húmeda sin ventanas,
el urinario oxidado y viejo
y una cama de hormigón.
Después del silencio,
rastros de balas sobre el muro
y sobre el corazón.



En las alturas de la desesperanza

Me levanté y mi sombra gritó.
Me levanté como un heraldo
en la frontera de la muerte y de la desesperanza,
y mi sombra distraída, inestable
me ha jalado hasta el huevo de mi soledad.
En mi interior algo se extinguía,
dejaba mi existencia,
algo se desprendió y desaparecía para siempre.
Grité,
grité en una soledad inmensa.
Un pájaro
se posó sobre mi cráneo firmemente
y picoteaba hambriento las texturas de mi cerebro
y sacaba el hilo dorado de mi sueños azules.
Grité,
grité en las alturas de la desesperanza,
después
miré tu silueta como si fuera un pájaro
sobre mi cráneo
y tú te pusiste contenta.
Reíste,
moviste tu pico rojo y glorioso
y colgado sobre tu cuello
se encontraba el hilo dorado de mis sueños azules
y te fuiste volando.




Vahe Armen
(Mashhad, 1961)

Una tarde de otoño

Sentado en el autobús
pasamos los pueblos,
pasamos a un lado de Dios
y no nos detenemos.
Qué tan cansado estoy
de no caminar,
de llegar al destino siempre sentado.



Sueño inacabado

Hubiera querido la noche que te fuiste
que ocurriera algo sencillo,
que perdieras el camino.
Un cuco cucuaba
y una llave oxidada
caía del nido vacío de los grúas.
Llovía,
yo despertaba
y te despertaba
y tú me contabas
la continuación de este sueño.



Sonrisa

Qué tan triste es
la sonrisa de esa niña,
como los zapatos siempre brillantes
en los pies del paralítico,
como un lápiz
y un papel en blanco
en el bolsillo de un poeta muerto.



El dormido

Me desperté
después de medianoche.
En la calle
bajo el tallo de un jazmín
todo el mundo estaba dormido.
En mi cuarto Dios y Satanás conversaban.
La voz de uno
era como el caer de la lluvia sobre la tierra,
y la voz del otro era como cuando arrojas un puño de tierra en el pozo.




Marine Petrosyan
(Yerevan, 1960)

Lo sé, nadie…

Lo sé, nadie está en este cuarto
y la ciudad se encuentra vacía
y todas las glorietas de esta ciudad están vacías.
Pero yo amo las calles polvorosas
y la lluvia de las calles polvorosas.
Yo amo a los derrotados que están tristes
pero amo más a los victoriosos que son tristes.




Vachagan Papoyan
(Gyumri, 1962)

Nogal

Este nogal es más antiguo
que el bastón de mi abuelo.
Este nogal es más antiguo
que la cuna de mi padre.
Este nogal es más antiguo
que la última guerra.
Y la cáscara que llegaba a nuestra casa,
su camino había cortado entre las ramas del árbol.