viernes, 16 de diciembre de 2016

El Gobierno turco acusa de espionaje a un programa de cocina televisivo...


Que no son chefs de cocina, que son espías. El Gobierno turco, abonado a las teorías de la conspiración, ve enemigos incluso detrás de unos fogones. Yigit Bulut, asesor del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, se dirige bien engominado y trajeado a la audiencia de la cadena de televisión progubernamental Ahaber: “La otra noche vi un programa por televisión. Dos amigos, uno inglés (sic) y otro italiano, van de pueblo en pueblo para descubrir las delicias de Anatolia. Conocen así todos las regiones, los lugares, las fábricas... y van cocinando en cada sitio”.

Se refiere al recientemente estrenado programa de la cadena NTV Delicias desde Europa a Anatolia, protagonizado por el holandés Wilco van Herpen y el italiano Danilo Zanna. La idea es visitar veinte lugares en Turquía que disponen de proyectos financiados por la Unión Europea y presentarlos en clave de humor haciendo especial hincapié en lo culinario.

¿Un simple programa de entretenimiento? No. “Por favor, tengan cuidado: los programas de comida en algunos canales son realizados por extranjeros”, continúa Bulut. El presentador, con gesto de complicidad, asiente: “Sí, es cierto”. Con varias frases, sin aportar datos confirmados, Bulut deja caer que ha llegado a su conocimiento algo que los demás desconocen.

“Todos estos ingleses, alemanes, franceses, italianos en programas de cocina que se pasean por los pueblos de Anatolia o de Tracia... ¿qué significado tiene?”, prosigue Bulut. Hay un silencio. “En realidad, están construyendo una base de datos”, remacha el asesor presidencial, que utiliza la palabra inglesa database. “Nadie debe pensar que estoy exagerando o inventando teorías de la conspiración”, asevera frente al rostro ahora algo más escéptico del presentador.

“Y nuestra gente es simple. A estos amigos les abren todas las puertas, les explican todos los secretos. Les enseñan todo: dónde se encuentran las unidades militares, el radar, las municiones, las armas. Cómo entrar en el pueblo y cómo salir... la gente no puede ser tan simple”.

Que Bulut no es tan simple ya lo dejó claro hace varios años cuando, con otra teoría nebulosa, ocupó un lugar preferente en el medallero del deporte nacional que es la teoría de la conspiración. Fue a raíz de las protestas del verano del 2013 –el llamado movimiento Gezi, por el parque de Estambul cuyas obras provocaron numerosas manifestaciones–, cuando Bulut destacó advirtiendo del peligro mortal que corría Erdogan.

“Un atentado no solamente puede ser físico”, aseguró entonces al mismo canal, Ahaber, el periodista devenido asesor. “Estoy seguro de que en varios centros del mundo hay trabajos incesantes para desarrollar la telequinesia para asesinar a Recep Tayyip Erdogan”, añadió Yigit Bulut acentuando la palabra incesantes.

Con episodios así, a menudo la actualidad en Turquía brinda suficientes titulares como para dudar de si realmente el surrealismo murió como movimiento artístico.

A veces, como en el caso de los hermanos Altan, no se sabe si es mejor tomárselo a chirigota. O preocuparse seriamente. Ambos –el célebre novelista Ahmet Altan y el catedrático de Economía y marxista-liberal Mehmet Altan– llevan ya varios meses en prisión e incomunicados por haber “transmitido mensajes subliminales” durante una tertulia de televisión en la víspera de la fallida asonada del pasado 15 de julio. Están acusados de haber intentado “derrocar al Gobierno”.

Y el fenómeno no es nuevo. Ya hace tres años, como respuesta a las protestas del parque Gezi, el Ejecutivo liderado por Erdogan y sus medios afines culparon como responsables al “lobby del interés” y “el lobby de los medios”. También al “lobby del porno”, en referencia a usuarios de internet partidarios de su libre uso. E incluso al... ¡“lobby del robot”!