martes, 14 de abril de 2015

Turquía y Azerbaiyán contra la Argentina y el Papa Francisco



El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, expresó su "condena" contra el Papa Francisco, luego de que el Sumo Pontífice reconociera oficialmente el Genocidio Armenio al llamarlo "el primer genocidio del siglo XX" y condenara su negación al afirmar que "hoy estamos viviendo una especie de genocidio causado por la indiferencia general y colectiva".

"Condeno al Papa y quiero advertirle. Espero que no vuelva a cometer un error de este tipo", declaró Erdogan según la agencia EFE. "Cuando los políticos y los religiosos asumen el trabajo de historiadores, no dicen verdades, sino estupideces", añadió el mandatario de Turquía.

Ayer, el ministro turco de Asuntos de la Unión Europea, Volkan Bozkır, declaró que el reconocimiento del Genocidio Armenio por parte del Papa Francisco se dio porque el Sumo Pontífice "es de Argentina", un país que "dio la bienvenida a los nazis, que fueron los principales autores del Holocausto judío".

Además, calificó la declaración del Papa como "inaceptable" y "controversial" y declaró luego que "lamentablemente, en Argentina, la diáspora armenia domina la prensa y los negocios". A esto se le sumaron los ataques de la cancillería de Turquía, que dijo que el Sumo Pontífice hizo una "discriminación entre los sufrimientos" y lo acusó de estar "bajo la influencia de la narrativa armenia".

Cemil Çiçek, presidente del Parlamento turco, también habló de "discriminación" e "injuria" al calificar las palabras de Francisco como declaraciones "racistas", mientras que el primer ministro turco, Ahmut Davutoglu, dijo que el Papa tenía "ignorancia o conocimiento insuficiente de la historia".

Tensión en Argentina
En la Argentina, residencia de más de 100.000 armenios, se conmemora en forma permanente el genocidio ocurrido hace 100 años y los referentes de la comunidad suelen ser empresarios y dirigentes reconocidos. Sin embargo, como nunca, se vive una tensión debido a las críticas de Turquía y otras naciones en conflicto histórico con esa comunidad.

La anteúltima batalla ocurrió hace pocos días, cuando la embajada de Azerbaijan salió a criticar fuertemente a un grupo de periodistas que viajaron a Armenia y a Nagorno Karabaj invitados por la Comisión del Centenario del genocidio armenio-Filial Buenos Aires.

Santiago Farrell, editor del diario Perfil, de Buenos Aires, escribió un artículo desde Stepanakert sobre la lucha entre armenios y azeríes, a la que calificó como "la primera que estalló en la ex URSS tras la Glasnost de Gorbachov". El artículo generó el enojo del embajador azerí en Buenos Aires, Mammad Ahmadzada, quien acusó al periodista de visitar ilegalmente la región e incluso lo declaró "persona no grata".

La embajada cuestionó a los diarios y agencias que habían viajado a Armenia para que se desdijeran de sus dichos. Y, en parte lo logró: la agencia oficial Telam pidió disculpas públicamente y eliminó el artículo en el que se refería el viaje, que puede leerse aquí.


NAGORO KARABAJ, RADIOGRAFÍA DE UNA REPÚBLICA RECONOCIDA EN EL CÁUCASO



"A más de 20 años de la tregua que puso fin a la guerra de Armenia y Azerbaiyán por Nagorno Karabaj, este territorio del pelea para ser reconocido como un país independiente .
A más de 20 años de la tregua que puso fin a la guerra de Armenia y Azerbaiyán por Nagorno Karabaj, este territorio del Cáucaso equivalente a la mitad de Tucumán pero con apenas un décimo de la población de esa provincia pelea para ser reconocido como un país independiente, pese a que se define como parte de la nación armenia, habla armenio, usa la moneda armenia y se financia en gran parte por las arcas vecinas de Ereván.
Las coincidencias no terminan allí.
La declarada República de Nagorno Karabaj tiene la misma bandera que Armenia, excepto por una pequeña guarda blanca que la divide en el costado derecho. Según explican en el gobierno, el quiebre representa la división entre Armenia y Nagorno Karabaj y el color blanco permite “soñar” que esa brecha podrá algún día ser superada.
Este pequeño territorio del Caucaso, la región que se encuentra entre el suroeste de Rusia, el noreste de Turquía y el noroeste de Irán, tiene unos paisajes y una herencia cultural cristiana cautivantes, pero no es rico en recursos naturales ni clave para la geopolítica mundial.
Sin embargo, desde finales de los años ochenta se convirtió en una zona de tensión y violencia, que desembocó en una guerra que provocó alrededor de 30.000 muertos, alrededor de un millón de refugiados y desplazados, la mayoría de ellos azeríes, y un débil cese al fuego, que hasta el día de hoy sigue siendo violado.
El origen contemporáneo del conflicto se ubica en el año 1988, cuando en Armenia y Nagorno Karabaj surge un movimiento político que reclama la “reunificación” de estos dos territorios.
Por entonces, toda esa región era parte de la Unión Soviética. Armenia era una República de la URSS, mientras que Nagorno Karabaj era un oblast -una suerte de provincia- en la vecina República soviética de Azerbaiyán.
En 1921, Iosif (José) Stalin decidió que Nagorno Karabaj debía estar dentro de Azerbaiyán y no de Armenia, pese a que la mayoría de la población eran armenios, y por eso cuando se acercaba el fin de la URSS y los países satélites comenzaron a reclamar su independencia, el sentimiento nacionalista pan armenio revivió.
Desde 1991, cuando Armenia y Nagorno Kabaraj declararon sus independencias hasta la firma del cese al fuego en 1994 la guerra devastó a este territorio que toma su nombre del ruso, el turco y el persa.
Nagorno significa montañoso en ruso, Kara es negro en turco y baj, jardín en persa.
Los armenios sólo utilizan este nombre a veces cuando hablan con extranjeros. Para ellos, esa “tierra santa”, como la define el propio gobierno de Nagorno Karabaj, se llama Artsaj, como la décima provincia del antiguo reino de Armenia durante la Edad Media.
Baku, en cambio, sostiene que la URSS incluyó a Nagorno Karabaj en su República socialista porque esas eran tierras históricas musulmanes azeríes y que los cristianos armenios recién se volvieron una mayoría en los últimos tres siglos.
Dentro de Azerbaiyán, la fuerza del reclamo también se centra en recordar que en el momento de su independencia el país perdió cerca del 20% de su territorio y que más de 800.000 azeríes tuvieron que abandonar sus hogares y aún viven como refugiados o desplazados.
La herida nacionalista aún sigue bien patente en toda la sociedad.
Tras el cese al fuego de 1994 y pese a los reclamos de la ONU, Armenia ocupó militarmente parte del territorio que pertenecía a Azerbaiyán y se garantizó una contigüidad territorial con Nagorno Karabaj, que con la ayuda financiera y militar de Ereván empezó a construir un Estado. Ningún país, excepto Armenia, lo ha reconocido hasta ahora.
Hoy entrar a Nagorno Karabaj desde Armenia es casi como cruzar una frontera provincial.
Invitado por el gobierno armenio, Telam visitó este pequeño territorio, que posee eternas montañas verdes, superpuestas con algunas cumbres nevadas y salpicadas por pequeños pueblos abocados a la agricultura familiar.
Al transitar la ruta hacia la capital, Stepanakert, numerosos carteles explican que tal o cual infraestructura fue construida “con la participación de todos los armenios”.
El centro de Stepanakert es el principal símbolo del crecimiento y el desarrollo de las dos últimas décadas. Calles amplias e impecables, edificios y tiendas recién estrenadas y un estadio de fútbol a sólo unas cuadras de la tranquila plaza principal, en donde resaltan los mismos bancos que decoran todo el centro de Ereván, la capital armenia.
La parte renovada es moderna y tiene aires europeos, pero inmediatamente llama la atención que todas las tiendas y bancos son locales o armenios. En los pequeños supermercados hay productos europeos y estadounidenses, especialmente golosinas y bebidas, pero la amplia mayoría de la comida es rusa o armenia.
Según el gobierno local, hasta hace diez años el Estado armenio aportaba la mayoría del presupuesto nacional de Nagorno Karabah. Hoy la relación es de 50 y 50.
Antes de la guerra, cerca de uno de cada cuatro habitantes era azerí, según Human Rights Watch. Hoy todos están refugiados en Azerbaiyán, al igual que sucedió con todos los armenios que vivían en ese país vecino.
Sin embargo, en la ciudad de Shushi, aún quedan dos mezquitas del siglo XVIII y XIX que, pese a estar cerradas, son un recordatorio ineludible de la presencia azerí en esa zona.
No se trata de un conflicto religioso, pero los armenios de Karabaj -gentilicio que se dan los habitantes de este territorio- se concentran en la existencia de monasterios y escuelas de la Iglesia Apostólica Armenia de la época del medioevo para sustentan su reclamo histórico.
El más antiguo que queda en pie es Gandzasar, un hermoso monasterio del siglo XIII construido sobre una montaña, rodeado por pequeños cementerios de diferentes épocas, que respeta el diseño simple y austero de las iglesias armenias.
Inmerso en ese paisaje acogedor, es fácil olvidar que ese pequeño y pintoresco monasterio se encuentra a poco más de una hora en auto de la frontera con Azerbaiyán, una zona militarizada en la que los disparos y los cañonazos son aún la regla y no la excepción.