domingo, 21 de abril de 2013

Carlos Antaramián responde a las injurias de diplomatico de Azeirbaiyan.





El pasado domingo siete de abril, en el diario Milenio, el embajador de Azerbaiyán en México, Ilgar Mukhtarov, escribió un artículo intitulado La hipocresía armenia en el que expresa una serie de errores y tergiversaciones sobre la matanza de Jodyalí, presenta la posición oficial de Azerbaiyán sobre la estatua de Aliyev y de paso ofende al doctor Sarukhán —y a todos los miembros de la comunidad armenia en México— al compararlo con Himmler. Respondemos a sus argumentos con el fin de informar a la opinión pública mexicana.

En la guerra de independencia de Nagorno Karabagh hubo una serie de tragedias en las que murió un buen número de civiles inocentes, uno de los eventos más debatidos es lo que sucedió en el pequeño poblado de Jodyalí, donde el gobierno azerí alega que murieron alrededor de 600 civiles, incluyendo mujeres y niños, y desde entonces se ha empecinado en culpar al gobierno de Armenia como responsable de dicha matanza y etiquetándola como genocidio. En su constante campaña a los funcionarios azerís siempre se les ha olvidado mencionar que en dicha guerra, además de Jodyalí, existieron pogromos en contra de armenios en Sumgait, en Bakú, además del despoblamiento de 28 poblados armenios de Azerbaiyán y la tragedia de Maraghá; según la organización genocidewatch.org en todas estas matanzas murieron unos diez mil armenios y aproximadamente mil azeríes, pero calificar una matanza como genocidio no responde al número de civiles muertos sino a la determinación que tuvieron los perpetradores para cometer el crimen, por eso queremos hacer unas precisiones sobre la tragedia de Jodyalí a partir del artículo del señor Mukhtarov y presentando la posición armenia.

¿Qué pasó en Jodyalí? A diferencia de otras matanzas que sucedieron durante la escalada de violencia por la independencia de Nagorno Karabagh y que bien podrían ser calificadas como pogromos, como fueron las matanzas de armenios en Sumgait y Bakú, la matanza de civiles en el poblado de Jodyalí sucedió en medio de fuertes operativos militares y tiene un halo de uso político, desde que el crimen fue cometido hasta la actual política azerí de atribuírselo a las fuerzas armenias. En realidad la matanza de Jodyalí fue el resultado de intrigas y luchas políticas por el poder al interior de Azerbaiyán, como explicaremos.

Jodyalí está a siete kilómetros de Stepanakert, capital del enclave armenio de Nagorno Karabagh, y desde dicho poblado las fuerzas azeríes bombardearon durante los meses de enero y febrero de 1992 a las posiciones militares armenias y rusas que estaban atrincheradas en Stepanakert, matando a muchos civiles armenios con sus misiles. Hay que mencionar que el único aeropuerto de Nagorno Karabagh, y única vía de salida del enclave en ese momento, estaba en las inmediaciones de Jodyalí y por lo tanto era una posición estratégica en el enfrentamiento entre las fuerzas azerís y las armenias durante la lucha de liberación. También hay que aclarar que Armenia no invadió Azerbaiyán, fueron los armenios que vivían en el enclave de Nagorno Karabagh quienes optaron por la autodeterminación, un principio de derecho internacional y que México defiende como eje toral de su política exterior.

Así como el embajador cita al actual presidente de Armenia en su artículo, nos parece que sería más pertinente citar al primer presidente de Azerbaiyán, Ayaz Mutalibov, quien era el presidente en funciones y por tanto cabeza responsable del ejército azerí durante la matanza de Jodyalí. Curiosamente la intriga política generada a partir de dicha tragedia fue la causa de su renuncia como presidente y su posterior exilio. Apenas un par de meses después de Jodyalí, en abril de 1992, el exiliado presidente Mutalibov enfatizó en el periódico Nezavisimaya Gazeta (2 abril 1992) que el asalto a la población de Jodyalí por parte de las fuerzas armenias no fue ninguna sorpresa, también dijo que existía un corredor humanitario creado por dichas milicias para permitir que los refugiados se encaminaran a la ciudad de Agdam, entonces controlada por las fuerzas azeríes, una de esas columnas de refugiados fue atacada muy cerca de esa ciudad —en territorio controlado por el Frente Popular de Azerbaiyán— por las “fuerzas”, y usamos las palabras del primer presidente azerí, “de la oposición azerí para quitarlo del cargo y culpándolo de lo sucedido”. Nueve años después, y todavía en el exilio, Ayaz Mutalibov volvió a confirmar su declaración (en la revista Novoye vremya del 6 de marzo de 2001) y dijo que “el fusilamiento de los residentes de Jodyalí fue obviamente organizado por alguien para tomar el control de Azerbaiyán”. ¿Usted sabe quién fue ese “alguien”? Nosotros suponemos que ese “alguien” debió ser un personaje muy, muy, importante en Azerbaiyán. No armenios, de hecho, ¿sabe usted qué pasó con 34 de los 47 rehenes armenios que estaban presos en Jodyalí el 26 de febrero de 1992? Cuando las fuerzas armenias liberaron Jodyalí sólo habían quedado 13 rehenes, a los 34 restantes se los llevaron las fuerzas azerís al evacuar la ciudad y nunca fueron encontrados, ¿siguen presos?

La periodista checa Jana Mazalova visitó la escena del crimen casi inmediatamente después de los hechos y no vio “cuerpos mutilados por los armenios”, como la propaganda azerí indica en sus portales y documentales, pareciera que los cuerpos fueron preparados posteriormente para las fotos, una puesta en escena macabra. ¿Por qué la matanza se realizó en territorio controlado por las fuerzas azeríes?, ¿cómo es que un buen número de periodistas y fotógrafos turcos y azeríes asistieron a la escena del crimen para documentarlo casi inmediatamente? Son preguntas que cualquier perito se haría al investigar un crimen como el de Jodyalí, sobre todo porque ya sabemos mucho sobre los procedimientos para ocultar los crímenes que los genocidas usan. La falsificación de fotos —algunas de las que presentan en los documentales sobre Jodyalí son matanzas de otras regiones y de otras fechas—, tergiversar datos sobre la historia de Karabagh, engañar a la opinión pública mexicana y a sus políticos es también una estrategia sombría. Culpar a los armenios de haber cometido una matanza que las mismas milicias azeríes cometieron tiene como finalidad entrar a la fase más alta de la negación del Genocidio armenio, es decir, el gobierno azerí no sólo no reconoce que lo sucedido entre 1915 y 1918 en el Imperio otomano fue un genocidio, sino que ahora trata de inculpar a la víctimas de ser unos verdugos.

También queremos indicarle, señor embajador, que las críticas realizadas hacia la estatua de Aliyev no fueron hechas exclusivamente por la comunidad armenia, sino por muchas personas ofendidas por la imposición de un personaje siniestro en las banquetas de una de las calles más representativas de la ciudad. Y sí, fue un dictador, su argumento de que fue elegido dos veces por el pueblo azerí no le quita el estigma de represor, corrupto y con un increíble delirio de grandeza que se refleja en un exagerado culto a la personalidad que le heredó a su hijo, su jefe, y quien ha sido elegido este año como el político más corrupto del mundo (según el Reporte sobre Crimen Organizado y Corrupción de Transparencia Internacional, 2012) y cuyas cuentas en paraísos fiscales son el escándalo de la semana pasada (reporte del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación).

Señor Mukhtarov, los armenios de todo el mundo también buscamos justicia para Jodyalí, nos gustaría saber efectivamente qué fue lo que pasó, no tergiversaciones y falsificaciones como las que usted publicó en su artículo. Y, finalmente, comparar a Sarukhán con Himmler es una difamación virulenta que no necesita respuesta.

http://www.excelsior.com.mx/opinion-del-experto-comunidad/2013/04/21/895068